lunes, 26 de marzo de 2018

‘Sexting’ entre adolescentes, una práctica en aumento y cada vez más pronto

Uno de cada siete jóvenes envía mensajes de contenido sexual (eróticos o pornográficos) y uno de cada cuatro, los recibe.

Desde 2009, la prevalencia del sexting, práctica de riesgo que consiste en compartir electrónicamente material sexualmente explícito, se ha incrementado exponencialmente. Según un meta-análisis publicado a finales de febrero en la revista JAMA Pediatrics, un número considerable de jóvenes menores de 18 años participan o han participado en prácticas de sexting en algún momento; en concreto 1 de cada 7 (15%) enviando material sensible y 1 de cada 4 (27%), recibiéndolo.

Si bien la prevalencia de sexting fue mayor entre adolescentes de más edad y en dispositivos móviles versus ordenadores, el estudio pone sobre la mesa una cuestión a la que prestar especial atención: la entrada de preadolescentes de entre 10 y 12 años en las prácticas de sexting, un grupo de edad que para Jorge Flores Fernández, experto en el uso seguro de las TIC y fundador en 2004 de PantallasAmigas, es especialmente vulnerable. “El aumento de la prevalencia y la práctica a edades más tempranas tiene que ver con que actualmente hay una mayor disponibilidad de la tecnología: tenemos más dispositivos portables, cada vez más baratos y con conexiones también cada vez más económicas, por lo que las limitaciones que podían existir antes ahora no están. Por otro lado, la edad de uso de la tecnología está disminuyendo y esto afecta a que los adolescentes entren antes a este tipo de prácticas de riesgo; pero no lo hacen tanto por una cuestión de tipo sexual sino más bien como una forma de travesura, por llamar la atención o por aburrimiento. Al final tienen tanta disponibilidad que acaban haciendo cosas que quizás no harían si no existieran tantas facilidades”, cuenta Jorge Flores.

Según datos recientes del INE, con 11 años más de la mitad de los niños disponen ya de un móvil. Expertos como Jorge Flores insisten en que no existe una edad más adecuada para comprarles el primer teléfono, sino que se trata más de una cuestión de madurez y habilidades. “Es como compararlo con a qué edad puede meterse al agua solo, o cuándo puede comenzar a esquiar. Todo va a depender de la preparación de sus padres y monitores, más que de una edad concreta. Con el uso de la tecnología ocurre algo parecido, depende más del acompañamiento, del conocimiento y del tiempo que se les dedique. Pese a todo, por establecer un marcador, considero que tener autonomía plena con un móvil conectado a internet y redes sociales me parece inadecuado especialmente en el caso de menores de 13 años”, explica el fundador de Pantallas amigas, quien considera que el grupo de preadolescentes o de adolescentes de menor edad, de 10 a 12 años, no es capaz de ver los riesgos que suponen prácticas como el sexting en comparación con un adolescente más mayor “y que puede tener una mayor conciencia de lo que está haciendo”.

Riesgos del sexting

Son múltiples los riesgos potenciales derivados de la práctica del sexting. Entre otros, ocurre que si algo se hace en privado y trasciende a lo público, el derecho a la intimidad, al honor y a la propia imagen se ven vulnerados. También, como menciona Jorge Flores, este tipo de prácticas pueden ser un indicador de víctima potencial para depredadores sexuales en el sentido de que “son personas que realizan prácticas de riesgo”, lo que las pone en el punto de mira. Detrás del sexting se encuentran casos de venganza, abuso y chantaje económico, emocional o sexual que, en el caso de las niñas o adolescentes, aumentan en cierto modo la victimización por lo arraigado de determinados estereotipos o tópicos en lo social. “Se las señala y se las ridiculiza con más ensañamiento y esto puede tener consecuencias fatales como el suicidio. Lo hemos podido ver en casos como los de Jessica Logan o Amanda Todd en 2012, ambas son ejemplos claros de suicidios por el ciberbullying iniciado a partir de la publicación no consentida de una imagen cedida en la intimidad en un caso a su pareja y en otra a un desconocido”.

Detrás del sexting se encuentran casos de venganza, abuso y chantaje económico, emocional o sexual que, en el caso de las niñas o adolescentes, aumentan en cierto modo la victimización.

Según Sheri Madiga, profesora asistente en el departamento de psicología de la Universidad de Calgary (Canadá) y directora del estudio publicado en JAMA Pediatrics, el sexteo no consentido (es decir, el reenvío de imágenes o vídeos sin consentimiento) o las formas coercitivas de sexting (es decir, cuando se presiona a alguien para enviar un mensaje), “pueden, comprensiblemente, causar considerable angustia a los adolescentes”. También tiene graves consecuencias legales potenciales. “El sexting puede parecerse mucho al comportamiento sexual: cuando es consentido, hay muy pocas consecuencias negativas para la salud, pero el sexting no consentido o forzado (al igual que el sexo no consensuado o forzado) está relacionado con mala salud psicológica”, añade.

Si bien podría pensarse que el sexting consentido puede relacionarse con conductas impulsivas y de riesgo, como una mayor frecuencia de parejas sexuales, un mayor número de parejas concurrentes y el uso de drogas y alcohol antes del sexo, para Madiga, no todos los jóvenes que sextean están involucrándose en conductas problemáticas, sino que esta práctica puede llevarse a cabo dentro del contexto de relaciones saludables.

En este sentido, tendría mucho que ver la influencia de todo lo que ocurre al otro lado de la red, es decir, el entorno en el que están creciendo los niños y adolescentes actuales y en el que los medios de comunicación y la publicidad influyen en la sexualización temprana de las niñas y niños. Una hipersexualización que, en opinión de Jorge Flores, también se transmite desde determinados contenidos digitales: “Lo vemos en youtubers e instagramers, por ejemplo, que trasladan modelos y mensajes muy relacionados con el sexo y el erotismo, repitiendo unos patrones determinados, bien por convicción, bien por conveniencia”.

Educar una ciudadanía digital responsable

Desde PantallasAmigas trabajan desde hace años en ofrecer diversos recursos online DE tres líneas de actuación diferentes. El primer proyecto partía de la idea de que, dado que quien hace sexting no es culpable de nada pero se expone a unos riesgos, necesita estar informado de esos riesgos. Así nacía Pensarantesdesextear.mx, creada para prevenir el sexting desinformado, bajo presión o sin reflexión, de forma precipitada. Le siguió Sextingseguro.com, enfocado desde la premisa de que si se ha tomado ya la decisión de practicar el sexting, al menos se tengan unas pautas para que se haga con cierta seguridad. Y, por último, Respetoimagenesintimas.com, enfocado a la prevención contra la distribución de material sensible que nos pueda llegar de alguien. “Muchos de los problemas que vienen del sexting parten de lo que la sociedad hace de esas imágenes que reciben, ya que son quienes las hacen virales. El sexting es un fenómeno global, no es solo ese novio sinvergüenza que se enfada y sube una foto para vengarse, puede haberse perdido esa imagen o vídeo y caer en manos de alguien con oscuras intenciones, también es ese pederasta que te busca las vueltas. Y es por eso por lo que es interesante trabajar en todos los frentes”.

Ante la pregunta de qué podemos hacer los padres para que los niños tengan herramientas para hacer frente a este tipo de prácticas de riesgo, Sheri Madiga responde que ella pediría a los padres que fueran “más proactivos que reactivos” en cuanto al sexting de cara a crear una ciudadanía digital responsable. “Tener conversaciones abiertas a edades tempranas, y con frecuencia, no solo cuando surgen preocupaciones. Los padres deben discutir el papel potencial del sexting en las relaciones sentimentales saludables, así como los posibles riesgos y consecuencias. El concepto de presión de grupo, sexualidad, relaciones en línea versus fuera de línea, etc., también debe debatirse en el seno de la familia”. Reconoce Madiga que para algunos padres la idea de hablar con sus hijos sobre sexo puede intimidarles y que agregar el entorno digital a esa ecuación, “que es territorio desconocido para algunos padres”, lo convierte en una doble amenaza. Sin embargo, incide en que es precisamente en la red donde los padres pueden encontrar algunos recursos útiles que les sirvan tanto para informarse de este mundo digital cambiante como para preparar este tipo de conversaciones, como el Common Sense Media’s Sexting Handbook.

Para Jorge Flores, autor de diversos materiales informativos y didácticos relacionados con el grooming, el ciberbullying y el sexting, la primera herramienta que tenemos los adultos es el ejemplo y en ese sentido tenemos mucho que mejorar. “Vamos conduciendo y “whatsapeando”, vamos por la calle tecleando, cogemos una llamada de teléfono mientras estamos comiendo cuando no hay ninguna necesidad, subimos fotografías de cualquiera, incluidos nuestros hijos, sin pedirles permiso, y así un largo etcétera. Los adultos somos muy mal ejemplo para niños y adolescentes en este sentido”, se lamenta. Junto a un mejor uso por parte de los adultos, Jorge añade dos herramientas más a nuestro alcance: el acompañamiento y conocimiento de las aplicaciones y del mundo digital para poder conversar y compartir con ellos esa información; y el empleo de sistemas de control parental.

Jordi Jubany, docente, antropólogo y experto en educación digital y autor del libro ¿Hiperconectados? (Lectio), comparte estas recomendaciones de Flores, y añade que puede ser de utilidad compartir con ellos desde que son pequeños los protocolos que deberíamos usar nosotros mismos en la red, como pueden ser si todo lo que colgamos es útil, es veraz y tiene buena finalidad. Según Jubany, hay que prestar atención a la necesidad de desarrollar nuestra identidad digital y el sexting es un buen ejemplo. “Nuestra huella puede verse si nos buscan desde Google, Facebook o Instagram. Y todo lo que digitalizamos, enviamos o colgamos es susceptible de encontrarlo en un contexto no previsto. Tenemos que aprovechar estos casos reales de malas prácticas que conocemos en nuestro entorno y en los medios de comunicación para tomar conciencia, aprender de nuestros errores y utilizarlos educativamente. Es muy importante mantener los canales de comunicación abiertos con nuestros jóvenes en un entorno conectado que es distinto al que nos educamos”, concluye.


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